¡Hola! Por cuestiones personales (ejem ejem pereza ejem ejem) la entrada se ha retrasado una semana, pero mejor hacerlo tarde que nunca. Os recuerdo que podéis pasaros por el blog de Galería de una desconocida para ver su texto sobre la foto. Espero que os guste :)
-Y será entonces cuand… ¿has oído eso?- dijo el hombre de la
gorra mientras que con su mirada inspeccionaba todo el área de bosque que los
rodeaba.
-No empieces otra vez. Siempre te vuelves paranoico por
cualquier ruido y luego resulta ser el viento o un simple animal.- Dijo la
mujer de pelo rapado. Livia, congelada tras el tronco de un árbol, intentó no
temblar del miedo aunque por desgracia su intención no podía superar el susto
que la dominaba en ese momento. Las palmas de sus manos están resbaladizas y
podía escuchar cómo la sangre corría a través de su cuerpo preparándola para lo
que pudiese suceder a continuación.
-Lo que tú digas.- replicó el hombre mientras recogía la
caja del suelo.
Livia no podía parar de preguntarse qué es lo que podía haber
en su interior. En un principio no le había parecido más que una simple caja
que, con un poco de suerte, se encontraba vacía e iban a llenar justo en esos
instantes, lo que sería más que conveniente para la investigación que había
estado llevando a cabo durante estas últimas semanas. Pero la suerte no estaba
de su lado esa tarde y, a juzgar por el resoplido del muchacho y la tensión que
reflejaban los brazos de este al cargarla, la caja no había sido llevada allí
para llenarla y, al parecer, tampoco para vaciarla, porque la chica en esos
instantes se agachó para coger una pala y empezar a cavar.
Livia no podía más
que odiarse tras esto. Se había puesto en peligro solo para ver cómo enterraban
una caja, algo para lo que no era necesario hacer semejante viaje ya que solo
le bastaba asomarse a la ventana de su cuarto para ver cómo su perro había
vuelto a cogerle una zapatilla y se disponía a enterrarla (toda babeada y
mordida) junto a cualquier pelota de
tenis que le hubiese robado a los vecinos.
Mientras Livia observaba la escena, la caja empezó a
tambalearse y emitir una luz rojiza. El chico, maldiciendo por lo bajo, le dio
una patada que hizo que la luz desapareciera. Él, con el rostro tenso y los
ojos llenos de desconfianza, se sentó encima de la tapa negra con lo que
parecía la intención de hacer peso sobre la caja para lograr que lo que hubiese
ahí dentro no pudiese salir antes de ser enterrado. Y aunque Liv había
intentado taparse la boca lo más rápido posible, no había conseguido hacerlo
con la suficiente celeridad como para evitar que su pequeño grito de sorpresa llegase a oídos de la pareja. ¡Era esa extraña luz de nuevo! ¡La de la noche
en la que empezó toda esta locura! ¿Cómo hace veinte minutos le había podido
parecer una buena idea perseguir a esta gente? ¿A caso quería morir sola en un
bosque en el que nadie jamás lograría encontrar su cadáver?
-¡Eh! ¡Eh! ¡¿Quién anda ahí?! Mierda Neith, te lo dije.
–dijo el hombre mientras sacaba de su pantalón una pistola y la chica ¿Naiz? cogía
la pala como si fuese un bate de beisbol.
-Genial- murmuró Liv- o muero de un tiro o de un palazo en
la nuca.- No necesitó más que un vistazo para entender que chico con pistola
más chica con pala (y posiblemente otra amiguita rellena de plomo atada a
alguna parte de su cuerpo) iba ser igual a una Liv criando gusanos como no se
diese prisa y saliese de allí lo más rápido posible. Así que, intentando pisar
en el terreno más firme y rezando a todo lo que tuviese nombre para que llegase
la noche y todavía siguiese respirando, Liviana intentó alejarse lo máximo
posible de esos dos locos y su caja de los misterios. ¿Sabía hacia donde se
dirigía? No, y la verdad es que en ese momento se estaba arrepintiendo mucho de
no haber formado parte de los Scouts para ser capaz de construir alguna trampa
para osos que atrapase a Míster Pipa y Miss Pala.
Para cuando se quiso dar cuenta, Liv ya había cruzado medio bosque dando a parar a la orilla del lago que bordeaba parte del terreno. No había que
ser muy perspicaz para saber que su única oportunidad de salir indemne por el
momento era esconderse ya que, viendo su agitada respiración y el sudor que
empapaba gran parte de su cuerpo, estaba claro que no se veía preparada para
seguir corriendo bosque a través. Sabía que, por muy poco apetitosa que le
pareciera, su solución se encontraba justo en frente. En otro momento el muelle
hubiese sido el mejor lugar para sentarse y disfrutar de las increíbles vistas,
pero en ese momento la madera iba a dejar de cumplir la función para la que fue
construida.
Con las voces de sus perseguidores a su espalda mientras
intentaban organizarse para encontrarla, Liv se dirigió hacia el lago y empezó
a meterse en el agua. No podía evitar girar la cabeza y dirigir su mirada hacia
la linde del bosque a cada sonido que escuchaba; sabía que de un momento a otro
aparecerían a través de los árboles y esta vez no se lo pensarían dos veces
antes de dispararle una bala en la cabeza.
Una vez dentro, con el agua rozándole la barbilla con cada
movimiento de brazos que hacía, Liv se escondió debajo del muelle y fue
mientras intentaba controlar su pánico creciente, cuando sintió cómo un pie se
posaba en la estructura de madera. A través de las rendijas que se abrían entre
tablón y tablón pudo ver la cabeza rapada de la mujer, y cómo su barbilla pasó
de apuntar al horizonte a apuntar al suelo y con ello reunir los ojos marrones
de Liviana con los verdes de su futura asesina.
Ante esto lo único que se vio capaz de hacer en ese momento
fue cerrar las ojos porque sabía qué era lo que le esperaba, y aunque cada vez
que sucedía le aterrorizaba por si algún día no volvía a salir del agua, supo
que era su única forma de huir. Fue así, con un simple un roce en el tobillo,
cómo Liv supo que la criatura ya estaba aquí, nadando bajo sus pies. Neith no
escuchó ni un sonido, solo supo que tras un parpadeo la chica que estaba
aterrada bajo el muelle había pasado a ser una mancha borrosa que estaba siendo
arrastrada hacia el fondo.
La única prueba de que segundos atrás un ser vivo
había estado en el agua era la estela de
burbujas que cada vez subían desde una profundidad mayor. Para cuando el hombre
llegó a la escena, todo rastro de la chica había sido borrado por algo que haría
que Neith no se acercase nunca más a ese lago en su vida.
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